viernes, 2 de diciembre de 2011

Las 3 princesas guerreras

Cortesía de nuestro Álvaro =)


Cuando fui a Praga me recibieron tres princesas. Ellas me enseñaron el Puente de Carlos. Iluminaron mis días checos y me guiaron por el barrio judío. Pero no eran ese tipo de princesas que estás imaginando, por la noche eran guerreras: implacables con los pumas y ardientes en la oscuridad. Me protegieron en los largos y complicados trayectos, me ofrecieron un lecho caliente donde dormir y velaron porque no perdiera mi humor.


Cuando amanecía podía ver su castillo, majestuoso e imponente, al ocaso contemplaba su transformación mientras me escoltaban en mis compras para que no me timaran. Las mañanas eran perfectas, no me despertaban de forma brusca y me ofrecían sus instalaciones y manjares. Al anochecer me ofrecían sus jarras mientras platicábamos para deleitar mi paladar y mis oídos. Vi a lugareños ensayar una obra de teatro, una lente saltar de unas gafas y una botella casi vacía impregnar vesitudras de un agradable aroma.


Con la luna vi profanar iglesias y un tétrico reloj astronómico sonar. Con el sol, cuando la niebla lo permitió: a dos dictadores miccionar, y a una gran torre que pude escalar. Sobre el río, me otorgaron la oportunidad de pedir un deseo...


Allí estaban, una con su mirada arrebatadora, otra con sus dulces movimientos y la de la sonrisa de platino. Cualquiera diría que eran tres princesas a rescatar y estaría lejos de la realidad, son ellas las que te rescatan a ti. Fuertes, autosuficientes e independientes, las vi multiplicarse en una sala repleta de espejos. A la de la fragancia cautivadora, a la de la piel aterciopelada y a la de la suave voz. Sus cabellos azabaches se mezclaban en un maremágnum de belleza comparable sólo con la del cristal de bohemia. Eran una paradójica mezcla de caos y orden, imposible no caer hipnotizado ante la sensualidad que desprendían.


Por eso creo que lo soñé todo, porque fue demasiado bonito, demasiado bueno como para que mi sencilla vida mortal viera jarras de cerveza llegar en vagones de tren, para que sintiera la fuerza de aquellos candados sobre mí, para que aquel muro pintado fuera real. No encuentro explicación lógica a aquella atracción por el Moldava que hizo que brotaran mis lágrimas, ni argumentos para entender un bienestar y una diversión semejante.

De cualquier modo, realidad o ficción, ha sido la influencia que hoy se ha transformado en el inicio de esta historia. Todas las noches, desde entonces y con nostalgia, cierro los ojos esperando volver a Praga con ellas.

Gracias guerreras.


Gracias a ti ;)


Yas
Carmen
Sami

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